LAS DOS IGLESIAS...
Testimonio recibido por el Pastor de la Iglesia en Guatemala, Diácono Eloy Castillo
Recuerdo aquella noche para ser más exacto, un Sábado (viernes) después del servicio de consagración. Yo no tenia mucho tiempo de haber recibido el don del Esp. Santo, me sentía lleno, el hombre más bendecido del mundo, pero por alguna razón mía, no se si buena o mala, o solo era un testimonio que D-s me quería dar, pues he creído siempre y fielmente y sin temor a equivocarme que que esta es la iglesia verdadera de Jesucristo...
Estando yo en oración antes de acostarme, recuerdo bien que vineron unas palabras a mi mente, por eso dije anteriormente que no se si fue bueno o malo, o D-s me quería mostrar algo, porque nunca he dudado de mi Santa Iglesia y D-s sabe que lo que digo es verdad, pero aquella noche yo le pregunté al Señor, -Señor, Señor, muéstrame tu iglesia. Terminé de orar y me acosté a dormir. Sin embargo, más pronto de lo que pensé D-s contestó mi pregunta y en ese mismo instante empecé a soñar lo que siempre he llevado muy dentro de mi corazón, pues nunca más he vuelto ha hacer esa pregunta. Esta claro que D-s mismo me estaba dando directamente la respuesta sin ningún intermediario, y el siguiente es mi sueño...
Soñaba que íbamos un grupo de misioneros hermanos, en unestilo chevy van, esos que acostumbrabamos para ir de campaña, pues veníamos precisamente de regreso de una campaña para nuestra santa Iglesia, pero al llegar, el van se detuvo enfrente de una iglesia que no era la nuestra. Era una iglesia extraña para mí, pero al mismo tiempo llamativa. A la par de ella se encontraba nuestra Santa Iglesia, bella como siempre, pero humilde y llena de D-s. Comenzamos a bajarnos del van y recuerdo bien que yo fui el último en bajarme. Todos caminabamos en fila como buenos soldados y yo como más pequeño de todos caminaba al último, como acabé de mencionar, acababa de recibir el Don del Esp. Santo y tenia el grado de Ungido. Yo caminaba detrás de los fieles.
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Artista: Joel Moreno |
Recuerdo que todos empezamos a caminar hacia nuestra Santa Iglesia, firmes y ordenados, pero de pronto, de la otra iglesia que se enontraba en frente de nosotros, comenzaban a salir varios predicadores. Hombres y mujeres muy bien vestidos y elegantes y de un momento, otros empezaron a predicarnos y a hablarnos, pero ninguno de mis hermanos le prestaban atención. Mis amados hermanos caminaban fielmente hacia nuestra Santa Iglesia, ni siquiera una mirada se desviaba de ellos, "¡Oh bendito misionero, es grande tu elección!" Sin embargo, desvié mi mirada y mi oído, y comencé a escuchar a aquellos hombres de aquella iglesia extraña, y decía dentro de mí, "oye, que bonito predican, que bonito hablan", pues hablaban dulzuras y grandesas materiales, pero sobre todo decían en voz muy alta y fuerte, "Ya no tienes que guardar los mandamientos, ya eres salvo por gracia. Los mandamiento ya se terminaron", y en ese momento me di cuenta que algo no estaba bien.
Volteé para mirar a mis hermanos, pero ya todos se habian metido a mis Santa Iglesia, y otra vez volví mi rostro a aquellos hombres que decían, "ya no tenemos que guardar los mandamientos", y en ese momento me cuenta que D-s me había mostrado algo impresionante: D-s me había abierto los ojos espirituales y no podía creer lo que mis ojos miraban, pues dentro de aquellos hombres y mujeres habían cientos de espíritus inmundos que los movían, y movían sus lenguas y sus cuerpos, pues bailaban y aplaudían constantemente y no dejaban de gritar, "ya no tienes que aguardar los mandamientos". El parecer de ellos era rostros como de un dragón con alas y colas como lanzas, y alrededor de ellos una luz roja y tenebrosa. En ese momento, preso de miedo y atónito al mismo tiempo, quise correr a mi Santa Iglesia, pero mis fuerzas me habían abandonado, y empecé a caminar poco a poco a paso lento. Después, caí de rodillas y al final hasta el suelo, pero yo quería llegar a mi Santa Iglesia, no quería morir ahí. No quería morir fuera de ella, así que comencé a arrastrarme con mis propias uñas, pero sabía que de esa manera no iba a llegar, puesto que ya no tenía fuerzas. Sin embargo, una de las pocas virtudes que D-s me ha dado es que no sé rendirme tan fácilmente, así que dije en mi corazón, "el único que puede ayudarme eres tú mi D-s", y se me vinieron las palabra del Apóstol Pedro cuando clamaba en las aguas, "Señor, sálvame que perezco". Así que reuní todas las reservas de mi cuerpo, de mi alma, y espíritu y empecé a clamarle al Señor y a gritarle desesperadamente, "¡Señor, sálvame que perezco!" y así lo hice por varias ocasiones.
De pronto, miré venir hacia mi un varón de vestiduras blancas y resplandecientes. Podía percibir sus manos y sus pies, más no lograba mirar Su rostro. Percibía que era como resplandeciente como el sol y sus pies no pisaban la tierra, sino que flotaba como a un metro de la tierra. Entonces se paró enfrente de mí, extendiendo su mano, tomó su mano y me arrastró como se arrastra a alquien que está herido de muerte. No obstante, Él me había escuchado, Él estaba allí conmigo, la paz que emanaba de Él era grande y me sentía seguro con Él. Aún lo recuerdo, y cada vez que lo hago, no puedo evitar que mis lágrimas corran de mis ojos. Él me llevó hasta la puerta de mi Santa Iglesia. De un momento a otro, yo ya me encontraba parado junto con Él de su mano. Abrió la puerta con su mano derecha, pero antes de que entráramos me detuvo por un momento y miró hacia la otra iglesia y me dijo, "Eloy, hijo mío, nada tienes que hacer allá", y después de eso el ángel de Jah y yo entramos a la Iglesia. Cuando entramos, estaba yo de pie y miré que en este momento se estaban leyendo los santos y eternos Mandamientos. El Apóstol Caesar, en ese enonces Obispo, estaba encargado de leerlos con sus vestiduras sacerdotales, y todos estaban de pie reverentes y con las cabezas inclinadas (creo firmemente que ese era el testimonio que el Obispo Caesar iba a llegar a ser el Apóstol de nuestra iglesia, pero en ese tiempo no entendía, más ahora lo entiendo).
Los misioneros y misioneras estaban reverentes, pero allí estaba la Iglesia de D-s, la Iglesia que guarda los Mandamiento, la Iglesia de C-to. D-s me había mostrado su Iglesia, más hubo algo que me llamó la atención. Entre los misionero y misioneras habían pocos, 2 o 3 hombres, y 2 o 3 mujeres que tenían algo semejante a la iglesia de al lado. Podía mirar que había en ellos también un espíritu de error, espíritu inmundo, y yo le pregunté a aquel ángel, porque todavía se encontraba conmigo, "¿por qué están ellos en la iglesia de D-s?" y él mi dijo, "Presta atención, y oíd. Ellos son los que estaban aquí pero ya no están. Ellos son los que se han apartado de mí dentro de la Iglesia. Ellos son los murmuradores, detractores, y los inicuos dentro de mí Iglesia. Ellos también recibirán su pago en aquel día". Recuerdo que en ese momento caí de rodillas y dije, "Señor, yo no quiero ser como ellos, yo no quiero perderme, ten misericordia de mí". En ese momento me levantó y me dijo, "Diles que esta es la verdadera Iglesia de D-s, y tu seme fiel hasta la muerte y verás mi gloria". Y allí desperté...
Este es mi testimonio, esto es lo que habló D-s. El Señor ha confirmado a su Iglesia Santa y a Su Dirección Santa. Por eso mismo amados hermanos, seamos fieles y no desmayen porque C-sto tiene una recompensa muy grande para nosotros. Seamos fieles a la Iglesia a la Dirección Santa que compone el Cuerpo de Cristo. Han pasado ya 10 años desde que tuve esa visión, AHORA ESTOY EN GUATEMALA ARMADO y DEFENDIENDO la DOCTRINA, LEVANTANDO la BANDERA en ALTO de NUESTRA AMADA IGLESIA, la IGLESIA de D-s aquí en la TIERRA...
MI IGLESIA. Y TÚ DEFIÉNDELA CON EL CORAZÓN. ¡CUÍDALA!, PORQUE ESTA ES LA CASA DE D-S Y PUERTA DEL CIELO. LOS AMO A TODOS MIS HERMANOS Y COMPAÑEROS EN LA FE. OREN POR NOSOTROS. SE DESPIDE SU HERMANO, DIÁCONO, ELOY CASTILLO PRECIADO. PASTOR DE GUATEMALA. D-s les bendiga.
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